MI BUEN AMIGO: JOAQUÍN LEPE CEPEDA; “EL
QUINI”.
Creo que debo de poner ahora esta
otra historia, pues enlaza en época y en cuanto a la dedicación de su
protagonista, ya mencioné a Joaquín en el capítulo dedicado a Manuel, lo conocí
en la misma época, en esos días también conocí a otros hortelanos, que no había
mencionado antes, se trataba de los hermanos Jorge y Ramón, con su huerto en “Baya” al lado de esa otra huerta de
Manuel “La Liebre”;
y, aunque los visitaba de vez en cuando, fueron menos influyentes en mi trabajo
como extensionista. Recuerdo a otros hortelanos pero que al ser mas
introvertidos pasaron mas inadvertidos a mi dedicación, ahora mismo no recuerdo
sus nombres. Tan solo he de mencionar a Pedro Pérez García, a Francisco Caro
Correa “Carito”, a los de “la manta”, Luís y Diego, a Juan Lagares Varela, de
mote “Ruina”, y a algún otro.
Las huertas de Joaquín “El
Quini”, estaban relativamente cerca unas de otras, eran, creo, que tres, la
principal la llamaba el como “El Corte Inglés”, pues en ella cultivaba la mayor
parte de sus producciones, y decía que por eso la llamaba así, pues allí había
de todo; siempre que iba a visitarlo, allí me lo encontraba.
Fue el primer hortelano en poner
un invernadero túnel, aprovechando los brotes jóvenes de eucalipto, técnica que
popularizó en Bonares nuestro compañero Fernando Ñudi Sánchez-Arjona, era en
realidad un macro túnel bastante barato, y que empezó a emplearse en los
cultivos de hortalizas como tomates y pimientos, por aquellas fechas aún se
cultivaban las fresas al aire libre, con solo el acolchado de plástico negro, y
sólo en algunas fincas empezaba a emplearse el riego localizado debajo del
plástico. Se empleaba una técnica para el abonado que consistía en un agujero
en el plástico negro entre cada cuatro plantas de fresas, donde se aplicaba
nitrato potásico con una cucharilla de café, una vez a la semana, y el riego se
hacía por aspersión.
Los brotes jóvenes se cortaban de
las cepas de árboles viejos que, después de una corta, brotaban en gran número,
se dejaban dos o tres brotes y los demás se cortaban. Para hacer el túnel se
clavaban en el terreno dos filas de estacas con la separación, entre ellas, lo
suficiente a la anchura deseada, y a continuación se amarraba a cada una de
ellas uno de los brotes jóvenes, recién cortados y muy flexibles, se arqueaban
uno hacía un lado y el otro al contrario y se amarraban entre ellos, formando
un arco, una vez formados todos los arcos se colocaban varas largas del mismo
material para darles mayor sujeción y resistencia; se procuraba forrar las
partes punzantes con algún material plástico para que no rompiese el plástico
al formar el túnel, se sujetaba éste con cuerdas y ya teníamos hecho el
invernadero.
Esta técnica no duró muchos años,
porque el material, en si, era poco resistente a los vientos, y se fue
implantando los arcos de hierro galvanizado que luego se fueron adaptando a una
mejor mecanización en el montaje y para darle mayor resistencia a los vientos.
Estos vientos del oeste fueron los que, algunos años, causaron un gran
desastre.
Siguiendo con mi amigo Joaquín,
también el se fue adaptando a las nuevas técnicas de los túneles, y, después de
una visita a una explotación de claveles en Sanlucar la Mayor, fue el primero en
plantar este cultivo en la provincia de Huelva.
El, como otros hortelanos de La Palma, comercializaba sus
producciones en el mercado de abastos local, y cuando puso los claveles,
también los vendía allí, así que solo cultivaba los que podía vender, unos
5.000 esquejes, entre todos los colores.
Los viernes ponían un mercadillo
cerca del mercado de abastos, los palmeritos lo llamaban “el pesetilla”, pues
en el, como en todos los mercadillos, se vendía a bajos precios, y la mayor
parte de los vecinos aprovechaba ese día para realizar sus compras. También ese
día se vendía más en el mercado de abastos. Me acuerdo que invité a mi amigo a
un viaje, que, con motivo de un cursillo, había organizado, aunque no recuerdo
ni el lugar a visitar, ni el tipo de cursillo que habíamos dado. El viaje era
un jueves, y la respuesta de Joaquín fue la siguiente: que no podía ir al viaje
porque era un jueves y el día siguiente era viernes; al principio me quedé
pensativo, hasta que comprendí los motivos por los que mi amigo no vendría al
viaje, y es que al ser el viernes el día que mas venta se hacía en el mercado,
el jueves anterior tenía que recoger mayor cantidad de productos de su huerta,
de aquí la imposibilidad de asistir al viaje.
Uno de los años programé un
cursillo de horticultura, con la intención de introducir nuevas técnicas en los
diferentes cultivos, el cursillo duraba de lunes a viernes, y el último día
realizamos un viaje a Chipiona, para visitar in situ los cultivos de tomates y
zanahorias, predominantes en aquellos años en esa zona, todavía no existían
invernaderos ni cultivos de flores. A la ida paramos en el cruce de La Cabezas para desayunar,
allí compró Joaquín un hermoso pan de varios kilos de peso, que luce en las
fotos, en blanco y negro que hice durante el mismo. Como éramos pocos para
contratar un autobús, alquilamos dos taxi y mi coche, el SEAT 124, con el cual
me perdí al terminar la comida que hicimos en el bar de Saludar de Barrameda,
quizás por lo abundante de la comida y a la buena manzanilla que bebimos, ese
despiste fue por las calles de ese pueblo y llegué el último a la cooperativa
de Chipiona en lugar de ser el primero en llegar.
A la vuelta, paramos en Jerez
para merendar, tomamos unos bocadillos y un poco de vino, se nos hizo de noche
y continuamos el viaje hasta La
Palma, sin parar y con buena velocidad, pues en aquellas
fechas no existía el límite que ahora existe, creo que tardamos sobre hora y media en llegar, contando que aún no
habían construido ninguna autopista.
A la semana siguiente nos
reunimos para comentar el viaje y pagar a los taxistas, y éstos me comentaban
que yo venía demasiamos aprisa en el viaje de vuelta, comentamos las
incidencias y lo que nos había gustado lo que visitamos.
Los siguientes años
transcurrieron sin grandes incidencias dignas de mencionar, quizás tan solo
mencionar un par de bodas de los hijos mayores de Joaquín, a las que asistimos
como invitados, el hijo mayor Joaquín y la hija María José, por la que su padre
sentía especial predilección, cuyo marido, hijo de otro agricultor, es abogado.
Un año viniendo de estar un rato
en El Rocío, en esta fiesta, ocurrió algo inevitable, un accidente, el coche
conducido por su hijo chocó con otro coche, resultaron todos heridos, de mas a
memos consideración, menos Joaquín que no llevaba puesto el cinturón de
seguridad, y murió en el acto. ¡¡Una gran perdida!!.
Mi relación con su familia se ha
mantenido con una relación muy cordial, durante todos los años, a continuación
de lo narrado. Su hijo mantiene la explotación, ya que las hermanas se han
mantenido al margen de ella, sólo que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos
con cultivos de berrys, que comercializa en la cooperativa Frutos del Condado,
que ayudé a constituir a principio de los años ochenta.
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