Al poco tiempo de trabajar en la Agencia de Extensión
Agraria de La Palma
del Condado, año 1971, comencé a conocer a los hortelanos de La Palma, para lo cual me
dirigí a la Cámara Agraria
de esta localidad, de la que era secretario mi buen amigo Juan García, con la
finalidad de sugerir que me acompañase un guarda de campo, que me llevase hasta
las huertas, me acompañó uno, muy amable, de nombre Manuel y apodado “el Mellizo”, él me enseñó donde estaban
las huertas del municipio y los dueños de las mismas, o sea, los hortelanos.
Así conocí a los hermanos
Cárdenas Romero, Francisco y Diego, cuyas huertas las separaba un pequeño
arroyo, llamado de Los Perales. En
ese mismo paraje, pero un poco mas abajo, y separado por un camino, tenía su
huerta un primo de los anteriores llamado Manuel, a continuación, siguiendo la
pendiente, estaba la finca de frutales de uno de los señores de La Palma, José Luís Vázquez
Tirado, dueño de una de las casas de más abolengo de este pueblo, casa que,
muchos años después, fue adquirida por el Ayuntamiento para el Consistorio
local.
En otro lugar muy pintoresco
llegué a conocer a otro de los hortelanos, que mas me han marcado dentro de mi
trabajo como extensionista, mi gran amigo y gran innovador, Joaquín Lepe
Cepeda, de apodo “El Quini”, que
merece, de por si, otro capitulo aparte.
Y por fin, otro día, conocí al
protagonista de esta historia, a Manuel “La Liebre”,
de todos los hortelanos de La
Palma, el de mayor edad, yo tenía, por entonces unos 27 o 28
años, y él andaría por cerca de los 60. Hombre enjuto, muy curtido por el
trabajo, casado, con tres hijas, dos de ellas ya casadas, vivía en la calle
Virgen del Valle, en una casa que hacía esquina a otra calle mas estrecha, que
daba a la placita de La
Magdalena.
Tenía varias fincas, tres de
ellas eran huertas, una en el paraje de “Los
Parrales”, otra en el paraje de “El
Carnicero”, muy cercano al anterior, y la tercera, la mayor de ellas,
situada en el paraje de “Baya”, en la
cual había construido un pozo pocos años antes de conocerlo. Las otras fincas
eran, en su mayor parte, de viñedo, así que, además de buen hortelano, era un
magnifico viticultor, de los denominados “cosecheros”,
o sea que vendimiaba su uva y hacía su propio vino, el cual lo almacenaba y
vendía en una pequeña bodega de la calle Blanca Paloma.
Un buen día, me contó de donde
procedía su mote, huérfano de padre desde muy pequeño, su buena madre, para
poder criarlo, tuvo que labrar y cuidar de las tierras de la familia, pero, al
no poder dejar a su hijo Manuel en su casa o a cargo de algún familiar, lo
llevaba con ella, agarrado a su falda, mientras hacía las distintas faenas
agrícolas. Tenía que apresurarse en hacerlas y, al mismo tiempo cuidar de su
casa, por eso andaba muy aprisa, y las gentes del pueblo comenzaron a llamarla:
La Liebre, por
eso su hijo heredó ese mote.
Muy buen conversador, mantuve con
el muchas y agradables conversaciones, de las que aprendí mucho de cómo, sin
saber el por qué, él aplicaba unas técnicas muy adecuadas a sus cultivos. En
las tres huertas ocupaba un lugar predominante el cultivo de naranjos, de la
variedad “del país”, también llamada “chinas”, naranjas de mucho zumo, muy
dulces y con muchas semillas.
Con el comencé a introducir
nuevas técnicas en la huerta, como el empleo de nuevas variedades, alguna de
ellas híbridas, entutorados en los cultivos de tomates y judías. Como
curiosidad tengo que comentar que, entre sus comentarios, me explicaba como
hacía las labores preparatorias de una plantación de viñedo, lo que la mayoría
hacía un desfonde con un arado grande de vertedera, el lo hacía a mano con
azadón, labor que él denominaba “tajear la tierra”.
Comercializaba sus producciones
de forma directa, ya comenté que vendía el vino en su bodega, y las frutas y
hortalizas las vendía en su casa, labor en la le ayudaban su esposa y sus
hijas. Tengo que mencionar la costumbre, normal en aquella época y que se ha
ido perdiendo poco a poco, de consumir el vino en la propia bodega. Allí se
reunían diariamente los agricultores, por las tardes, y alrededor de una mesa,
o en el mostrador, comentaban las incidencias climatológicas o sobre sus
trabajos y cosechas, mientras consumían, tranquilamente, su botellita de medio
litro. Poco a poco se iban vaciando los bocoyes, uno tras otro; y si uno estaba
bueno el otro estaba mejor.
Varias anécdotas, o sucesos, que
ocurrieron alrededor de este personaje, que de forma directa o sin
participación suya, transcurrieron en el devenir del tiempo, y que son dignos
de mencionar, Voy con el primero que benefició personalmente a mi amigo Manuel;
el me comentaba que para hacer el pozo de la huerta de Baya, tuvo que pedir un
préstamo de 500.000 pesetas, pues cuando lo estaba haciendo se le embarrancó
por la mucha arena y agua que tenía, tenía que hacer un bajante o anilla de
hormigón, y ya no le quedaba dinero, por lo que recurrió a un prestamista de
Sevilla, que le facilitó esa cantidad a un alto interés, (creo que del 20 ó del
25%), y pudo terminar de hacer el citado pozo con una fuerte anilla de hormigón.
El caso es que a duras penas conseguía pagar los intereses cada año, y nunca
consiguió amortizar el principal. Su situación me preocupaba grandemente, hasta
que un año tuve una idea que trasladé a mi amigo, y le dije: Manuel, tienes que
poner un cultivo del cual obtener unos ingresos suficientes para poder pagar de una vez y para siempre ese préstamo
que no te deja vivir con tranquilidad.
Por aquellos años era muy común,
por la zona, el cultivo de la remolacha azucarera, todavía se realizaban muchas
de sus labores a mano, como la escarda de las hierbas, no se aplicaban los
herbicidas, que mas tarde revolucionaron este cultivo; no era demasiado
rentable, pero se recogía de una vez y se cobraba todo, con eso podía tener
dinero para pagar esa deuda. Y así lo hizo y, cuando volví de las vacaciones de
verano, me dijo: D. Fernando, ya he pagado el préstamo, me alegré mucho, y le
pregunté: Manuel, como lo has conseguido. Y es aquí su respuesta: “con la venta
de la naranja fui pagando los jornales y demás gastos del cultivo, así que
cuando cobré la remolacha, tuve dinero suficiente para pagar el principal y los
intereses”. ¡¡Qué tranquilidad!!.
Otro, fue que le indiqué que
cultivase tomate entutorado con una estructura de cañas, que son abundantes por
esos parajes, pusimos una variedad nueva, que por aquellas fechas estaba de
moda, no tenía un calibre muy grueso, pero si buena producción. Lo cultivó con
gran esmero y todos comentaron el buen resultado de los tomates de Manuel, que
continuó cogiendo tomates hasta después de Navidad. También tenían fama sus
naranjas, que siendo de pequeño calibre, el conseguía mayor tamaño y con mas
dulzor que los demás agricultores, de aquí que las vendiese todas en su casa.
Y por último, un suceso en el que
no intervino Manuel, pero que inició su andadura en su bodega, se trató del
inicio de la constitución de la cooperativa de consumo San Juan Bautista de La Palma del Condado. Aquel año
teníamos en la programación de la
Agencia un proyecto a desarrollar, mayormente por la Agente de Economía
Domestica Inmaculada Baena, pero en el cual estábamos todos implicados, Eufronio
como Jefe de la Agencia
y yo como Agente Comarcal. Al mismo tiempo habíamos programado, y ya estaba en
desarrollo uno de ellos, dos cursos de tractoristas; una tarde me tocó una
clase en el de Villarrasa, ya comenzado, y después de ella pulsé el parecer de
los asistentes sobre que les parecía formar una cooperativa de consumo en su
localidad. La idea fue bien acogida y deje “el campo abonado” para que mi
compañera continuase con la labor, (en realidad fue ella la que llevó todo el
trabajo de constitución de la cooperativa en esa localidad, contando con
nuestra colaboración de forma puntual).
A la vuelta del curso de
tractoristas de Villarrasa, en lugar de dirigirme a mi casa por lo avanzado de
la hora, se me ocurrió tomar una copita de vino en la bodega de Manuel, y
estando tomándomela en el mostrador comenté de donde venía y lo que había
comentado con los cursillistas sobre la cooperativa de consumo, un par de
agricultores me dijeron si aquí, en La
Palma, se podía constituir una cooperativa de ese estilo, les
dije que si, y ellos me respondieron que era lo que hacía falta para
conseguirlo, y se me ocurrió decirles que solo me hacía falta contar con varios
de ellos dispuestos a ayudarme en los trámites. Y este fue el inicio. (Ya
explicaré su desarrollo en el capitulo correspondiente).
Solo comentar que durante todos
los años tenia varios contactos con el, aunque fuera tan solo con visitarlo en
su casa, para mantener la amistad. El se hacía mayor y le ayudaba, a veces su
yerno el de La Palma,
pues el otro era de Bollullos y tenía poca relación con el, sobretodo desde la
muerte de su esposa, la hija mayor de Manuel. Casi siempre le ayudaban dos
obreros, pues era mucho el trabajo de su explotación.
Lo que mas sentí fue, no su
muerte, sino el no enterarme de cuando sucedió ésta, no recuerdo si sucedió en
un periodo de mis vacaciones, o durante el periodo de cuatro años que estuve en
excedencia, cuando volví a ejercer como maestro, entre los años 1988 y 1992,
periodo en el que además ayudaba mas a mi esposa.
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